La aparición de los primeros síntomas de Alzheimer es un momento vital para acudir al médico, porque se trata de un proceso continuo que deriva en una alteración de las funciones cognitivas y conductuales. En otras palabras, la irrupción de síntomas puede ocurrir cuando la enfermedad ya haya avanzado lentamente durante muchos años.
¿Cuál es la importancia de un diagnóstico temprano? Que los familiares y el entorno social más cercano pueden tener la oportunidad de conocer mejor los síntomas que se presentan y, de este modo, adelantarse a la progresión futura de la enfermedad con la opinión informada y consciente del propio paciente.
Un diagnóstico preciso permite elegir el abordaje óptimo para el paciente, ya que no todos los trastornos de demencia evolucionan del mismo modo. Es frecuente la coexistencia de distintas causas que pueden afectar a la capacidad cognitiva; es esencial realizar un buen diagnóstico diferencial.
Las actividades intelectuales y las interacciones sociales son esenciales para mantener el cerebro activo y retrasar los efectos neurodegenerativos.
Hay tres aspectos de prevención que se logran con el diagnostico oportuno de la enfermedad de Alzheimer:
- Prevención general: facilita la estimulación de la reserva cognitiva, sacando provecho de la capacidad del cerebro para establecer nuevas conexiones, a pesar de que algunas de ellas están destruidas por la enfermedad. Esto se logra con actividad física regular, control de la tensión arterial y una dieta balanceada que evite el riesgo de desarrollar diabetes.
- Prevención secundaria: protege al paciente de sufrir complicaciones, como las que se generan por caídas e intervenciones quirúrgicas, y controlar adecuadamente los medicamentos y su ingesta en las dosis correctas.
Muchos estados de demencia atribuidos a la cirugía son en realidad enfermedades neurodegenerativas cerebrales que quedan expuestas durante la hospitalización, que hasta entonces evolucionaban de forma gradual sin llamar la atención de la familia ni de los médicos.